Empezamos el viaje con un vuelo nocturno de la compañía Finnair desde Madrid a Tallin, con una escala de 4:30 en el aeropuerto de Helsinki. Este tiempo lo aprovechamos (unos mas que otros) para intentar echar una cabezadita.
Salimos a las 21:35 de Madrid y a las 7:30 ya estábamos pisando suelo estonio. Para el corto vuelo de Helsinki a Tallín volamos en una avión de hélice que nos recordaba a los vuelos interinsulares de Canarias. Recogida de equipajes y a toda prisa a la oficina de alquiler de coches. Nos entregan las llaves, los papeles y a por nuestro flamante Toyota Auris, no antes de mojarnos con la lluvia que caía.
La primera visita que teníamos para el día era conocer la ciudad costera de Parnu, situada en la parte suroeste de Estonia. Es una pequeña ciudad famosa por ser el lugar donde veranean muchos estonios, no solo por su hermosa playa sino por los numerosos festivales, conciertos y ferias que se organizan. Nosotros aprovechamos para desayunar y calentar un poco el cuerpo pues hacia un poco de frío a esas horas.
Nos encontramos las calles casi desiertas, lo que era ideal para pasear y conocer todo lo que ofrece esta ciudad. Las casas se caracterizan por la diversidad de colores pero lo mas importante es la Iglesia Ortodoxa Apostólica de Nuestro Señor, del siglo XVIII. La ciudad cuenta con calles ajardinadas y numerosos parques que transmiten una tranquilidad por cada rincón que visitábamos.
Antes de llegar al parking, en el que por cierto ya nos estaba multando el chico de la zona azul ( al final quedo solo en una advertencia) nos encontramos con la Iglesia de Jekaterina, dicen que es la iglesia de estilo barroco mas puro y amplio de Estonia. Fue construida por orden de la reina rusa Catalina II en el siglo XVIII. Ya en con el coche nos acercamos a la playa de la ciudad, famosa desde 1838 cuando se abrió el primer balneario. Su esplendor lo alcanzo bajo el dominio de la Rusia Imperial, para nosotros fue el nuestro primer acercamiento con el mar Báltico y la verdad es que meterse en esas aguas heladas es todo un reto.
Dejábamos Estonia por unos días para poner rumbo a Letonia y nos sorprendió la frontera entre los dos países porque a pocos kilómetros nos quedamos sin asfalto, todavía en suelo estonio, para pasar por un buen tramo de carretera de tierra. Nuestro primer contacto con Letonia fue conocer la llamada "Suiza letona" ubicada en el Parque Nacional de Gauja. En ella se combina paisajes naturales con lugares históricos.
Nuestra primera parada fue la antigua ciudad de Cësis, que data de la época de los cruzados. En ella destaca el Castillo Viejo del siglo XIII, estratégicamente situado en lo alto de una pequeña colina posee un lugar inmejorable para evitar ser conquistado. Esta bastante deteriorado, mas bien en ruinas, pero tiene un gran encanto, mas aún cuando después de pagar la entrada te dotan con un portavelas. Pues ahí estábamos nosotros recorriendo el interior del castillo en solitario, en penumbra y con un portavelas que nos sirvió de mucho para guiarnos por sus estrechas escaleras.
Justo al lado vimos el exterior del Castillo Nuevo, del siglo XVIII, donde se encuentra el museo de historia y arte. Por suerte el tiempo había mejorado y se nos apeteció tumbarnos un rato en el césped pues ya se notaba las horas que llevábamos sin dormir.
Bajando por unas escaleras llegamos al Parque del Castillo, seguro que ha sido durante sus 170 años de historia el lugar elegido para desconectar del mundo. Todavía recuerdo el picotazo que me lleve de una cría de pato, eso me pasa por ser tan curioso.
La siguiente parada fue la Reserva Museo de Turaida, a tan solo 50 kilómetros de la capital. Nada mas pagar la entrada nos dimos cuenta que estábamos en un lugar preparado para disfrutar de la naturaleza. Mientras se camina por los senderos se pueden observar diferentes esculturas y edificaciones típicas de la zona.
Sabíamos que el castillo estaba bastante reconstruido pero eso no restaba interés, en los edificios laterales a la torre se puede observar diferentes exposiciones sobre la historia del castillo. Pero lo mejor son las vistas desde la torre principal del valle de Gauja, son espectaculares!!!
Ya tocaba poner rumbo al hotel de Riga donde pasaríamos las dos siguientes noches. Como veis el viaje prometía lugares llenos de encanto y al día siguiente nos dedicaríamos a recorrer la capital de Letonia, pero eso será en la siguiente publicación.